Te Amo Tanto, que Te Libero: Una Reflexión sobre la Eutanasia

Publicado el 2 de noviembre de 2025, 1:39

Más Allá del Dolor: Por Qué Eutanasiar es la Expresión de Amor Más Pura

Como médico veterinario, este es un tema que nunca me ha gustado tocar. Menos aún, tener que hacerlo. Sin embargo, existen circunstancias en las que es la única vía compasiva.

Quiero ser tajante en esto: para mí, la eutanasia siempre requiere un diagnóstico médico.

No acepto las conversaciones de "es que está viejo". He recibido llamadas pidiendo dormir a un perro porque "no pensé que iba a crecer tanto". La eutanasia no es la solución porque una mascota nos incomoda.

Pero cuando el diagnóstico es claro y el tratamiento es impagable o, peor aún, inútil para aliviar el dolor, la eutanasia se convierte en la expresión más grande y pura de amor que podemos darles.

Es terminar con el dolor y la agonía. Es decirle a ese ser que te lo ha dado todo: "Te amo tanto, que te libero y permito que estés en paz".

Escribo esto justo ahora porque hace unos días vi la publicación de una protectora de animales. Una perrita husky tenía, literalmente, desprendido el 70% de la piel de su cuerpo. La imagen me revivió el caso de una Golden que atendí hace años.

A ella se le diagnosticó un tumor de glándula mamaria a tiempo y se planteó la cirugía. Por cuestiones externas, no se operó sino hasta meses después. Cuando finalmente entró a quirófano, el tumor estaba infectado y lleno de pus. Al explorar, nos topamos con una miasis (larvas de mosca) que infestaba el 90% de su pierna.

La operamos, extirpamos el tumor y eliminamos las larvas. Sus exámenes mostraban serias variaciones internas, pero sus propietarios decidieron darle la oportunidad de resistir el tratamiento. Sobrevivió 72 horas.

Al ver las imágenes de la husky, considerando el tiempo que tardaría en recuperarse (si es que lo lograba) y la dimensión de sus lesiones, le comenté a mi esposo Jorge: "Es inhumano querer mantenerla viva. ¿Somos conscientes del dolor que siente ese pobre paciente?"

Aquí debo hacer una pausa. Mi educación veterinaria se dio en un parteaguas cultural en México. Mi preparación se divide entre la veterinaria de producción (donde no teníamos el enfoque en la analgesia) y la nueva conciencia de que el paciente siente dolor. Creo que este parteaguas me da una visión muy amplia para sopesar estos casos.

Decidieron que la husky "luchara por su vida". A la mañana siguiente, vi la nota: "LAMENTABLEMENTE no sobrevivió."

Esto me destroza y me hace plantear la pregunta: ¿Merecía, después del dolor, el abandono y la magnitud de sus lesiones, más horas de sufrimiento aferrados a la idea de que "somos buenos por salvarla"? ¿O hubiera sido mejor dormirla ante la imposibilidad de mitigar ese dolor?

Y aquí quiero tocar el punto más importante, porque sé que probablemente estés pensando: "Pero si hubiera sido una persona con el 70% de su piel lastimada, ¿estarías pensando en dormirla?"

Ojo con esto: NO es que su valor sea menor al de una persona.

Si yo pensara eso, por el contrario, no hubiera creado ni planteado el programa de BioVínculo como lo estoy haciendo. Su alma y su valor son inmensos.

Pero su cuerpo es más pequeño. Imagina el dolor del 70% de un cuerpo quemado, pero en una superficie mucho más pequeña. Si bien su umbral del dolor es increíblemente más alto que el nuestro, estamos hablando de un escenario extremo.

Yo, como Médico y como rescatista, hubiera optado por darle los últimos minutos de su vida sin dolor.

La hubiera sedado. La hubiera acariciado todo el tiempo que fuera necesario. Le hubiera dado las gracias por su vida y le hubiera dicho, al oído, que en el mundo aún hay personas que aman. La habría amado intensamente esos últimos momentos para que descansara y se fuera tranquila.

Creo que ese es el mejor regalo de amor que podemos darle a alguien que ya ha visto de cerca lo peor que podemos hacer como humanidad.

Felicito a quienes detuvieron su vida y su tiempo para no dejarla sufrir sola en la calle. Ese acto de compasión es invaluable.

Solamente los invito a todos a considerar que, en algunos casos, eutanasiar no es rendirse: es el más grande y desgarrador acto de amor que podemos tener hacia quienes ya nos dieron todo de ellos.